sábado, 7 de julio de 2012

El coso rojo

Me tomé unas vacaciones que sirvieron para apagar mi burnout. Volví nueva.
Ya casi terminando mi primera mañana de trabajo en el consultorio hice pasar a una señora que había sido atendida por la fonoaudióloga que me había reemplazado.
Le había aconsejado que probara usar su audífono en el oído izquierdo porque su situación auditiva había cambiado. Entonces me propuse adaptárselo con su nuevo molde que le había mandado a hacer.
La señora venía acompañada por su hija, pero ninguna de las dos entendían mucho el criterio por el que le aconsejábamos el cambio de oído, se resistían.  Tampoco les quedaba claro que lo único que había que cambiar era el molde y no el equipo.
Entonces, cuando le pedí que se sacara el audífono del oído derecho y me lo diera, la paciente me preguntó:
- Este? el mismo audífono?
- Si, sí, el mismo, lo vamos a adaptar para el oído izquierdo.
- Ay bueno, pero entonces preferiría que fuera sin ese coso rojo que me puso la otra licenciada, me queda muy incómodo...
Y me lo dió.
En el extremo de abajo tenía puesta la zapata que usamos junto con el cable para enchufarlo a la interface que nos permite calibrarlo. Toda la mañana me había preguntado donde habría ido a parar la zapata roja para adaptar los audifonos derechos.
Pues ella la había cargado más de una semana rozándole detrás del oído, estoicamente. Lo que más me sorprende es que la familia la tiene que haber visto con eso colgando sin preguntarse por qué le habíamos agregado semejante aparato al audífono, cual era su utilidad. Ni un llamado telefónico, nada.
Y me pregunto: si no hubiera sido el mismo audífono y yo le hubiera adaptado uno nuevo en el izquierdo, habría seguido usando por los siglos de los siglos el coso rojo sin quejarse??
Moría por terminar de atenderla y llamar a la fono que la había atendido y contárselo.
Y subirlo al blog, por supuesto.