jueves, 22 de mayo de 2014

Alba


Imagínense un esqueleto osteoporósico, cubierto con apenas un poco de carne, sin músculos, al que se le pusieron unas calzas rojas, unos zapatos con taco de color blanco, negro y rojo, una remera de lycra del color dominante: rojo. Y al cuello un pañuelo de seda rojo que termina en un moño hacia adelante.
El pelo, casi tal cual como el de la foto.  Sólo que naciendo casi desde la mitad del cráneo, y los huesos de la unión de la frente y la nariz mucho mas hacia afuera, como la cara de esos perros muy feos que lograron cruzando distintas razas.
Como hace frío en estos días, Alba lleva un abrigo: atigrado. Y corto, tipo campera abuchonada en la cintura. Para poder lucir sus delgados miembros inferiores y sus descarnadas nalgas.
Las uñas rojo fuego. Los labios asalchichados, también.
Alba confiesa, con orgullo, que tiene 90, recién cumplidos. Que oye perfectamente y que sólo viene porque sus hijos la mandan porque dicen que hay que repetirle todo. Ridículo: el problema es que ellos no articulan, hablan para adentro y no se les entiende nada.
Sólo se va a poner audífonos invisibles. Por supuesto, nunca imaginé otra cosa para ella. Es muy coqueta. Y juvenil, le digo.
Sonríe y me confiesa el secreto de su eterna juventud: come sin condimentos  e hizo gimnasia a los veinte y treinta años, nunca fumó y ahora no hace actividad física pero  tiene una masajista diaria.
La meto en la cabina para hacerle la audiometría. Tengo mucho cuidado al ponerle los auriculares porque dudo de la autenticidad de su pelo. No me gustaría arrancarle la peluca al sacárselos. Quiero que siga creyendo que le creo.
El problema es al salir. Tarda mucho en poner sus no músculos en calor y pararse. Sus calzas rojas no alcanzan para darle agilidad. Se toma su tiempo, su empleada la ayuda. Sale. Se sienta dispuesta a que le pruebe.
Cuando le voy a poner el audífono en el oído veo que sus pabellones fueron a parar casi a la mitad del cráneo y están rodeados de numerosas cicatrices.
Lo único que quiere saber es si no se le van a ver. Y repite preguntas que ya le había respondido.
Cuando se va, hay que ayudarla a caminar porque su debilitada arquitectura ósea apenas se puede sostener arriba de sus tacones multicolores