Hace días que no tengo ninguna historia digna de pasar al blog.
Salvo Omar que sigue parándose en el medio del patio, con su gorro abrigado, y poniéndose a cantar solo, concentradísimo, orientando su vista al cielo.
Nada nuevo. Incluso intenté entender qué es lo que cantaba Omar, varias veces, pero sin éxito. Me parecía que era algo así como O sole mio... pero no, no era. Y no quise desvirtuar la realidad.
Sin embargo, me reuní con algunas colegas que se dedican a estudios audiológicos y me contaron algunas historias que enseguida pedí prestadas para publicar:
Una de ellas hizo pasar al paciente dentro de la cabina sonoamortiguada, le dió las instrucciones para comenzar a hacerle una audiometría y, antes de ponerle los auriculares le pidió:
- Por favor, podría sacarse los lentes?
Justo en el momento de acomodar la vincha con los auriculares en la cabeza del paciente lo vió cómo, rápidamente, se sacaba los dientes.
Otra contó que cuando trabajaba en un hospital y se dedicaba a hacer potenciales evocados que es una especie de electroencefalograma pero para medir la audición a nivel central, le pidió al paciente que se recostara en la camilla y se pusiera cómodo.
Enseguida se puso a preparar el equipo con todos los electrodos. Salió del consultorio para buscar algo que le faltaba y cuando volvió lo encontró, acostado en la camilla, casi desnundo, salvo los calzoncillos que se ve, no se había animado a sacar.