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Y no cabe tanta vida adentro de ellos.
Alberto es lindo. Me gustaría que leyera este post de casualidad, para que constatara que no fue un cumplido decírselo.
Casi no tiene arrugas, sólo un pequeño rictus en la boca, secuela de un cáncer en la mandíbula cuando tenía 40. Terrible operación, terribles consecuencias que seguró evitó a puras ganas de vivir.
Porque eso es lo que le ha sobrado siempre. Y disfruta contando su vida. Hasta le propuse que me la dictara, de a poco, para darle forma y escribir sus memorias.
Alberto nació en un vivero y siempre vivió en y de él. Siempre en contacto con la naturaleza. Pero no imaginen un viejito sedentario regando las plantas.
Habla y mezcla anécdotas de negocios y relaciones con próceres, gente influyente, famosos. Viajes.
Dice que iba y volvía a Montevideo en un barco, argentino, que pertenecía a los Dodero, pero que ya no existe porque lo dejaron que se pudriera. De esos con ruedas de madera.
Yo, ignorante, le pido que me repita si es cierto que el barco se trasladaba con dos ruedas enormes a los costados. Asegura que sí, y que se llamaba Washington. Toda la noche tardaba en cruzar el Rio de la Plata.
Lo googlée y encontré esta foto. Puede que sea este.
Alberto vive solo, en su casa de toda la vida, la del vivero, en el Gran Buenos Aires. Enviudó hace unos años y tiene 3 hijos. Unos atorrantes, me explica, riéndose. Dos hombres y una mujer. Todos tremendos.
Claro, como él.
Y qué se yo cuantos nietos y bisnietos. Pero él no necesita compañía en su casa, que adora. Cuenta cómo hizo los muebles, con la madera de su propiedad, todavía los tiene. Y maneja su auto para todos lados.
Cuenta que el otro día su hijo, el que vive en Buenos Aires, no lo encontraba por ningún lado y llamó a su hermano en Mar del Plata:
- Decime, el viejo está alla?
- Si, llegó recién, está conmigo. Quedáte tranquilo.
Todos los años le renuevan el registro.
Dice que no se tienen que preocupar porque maneja en la ruta a Mar del Plata, ahí no está el peligro. El problema es en la ciudad. Tiene muy claro el cambio en la sociedad: no se respetan ni se hacen respetar las normas de tránsito. Hablamos de que nadie pone el guiño, ni respeta que pase el de la derecha, ni semáforos, ni el peaton.
Pero sus comentarios son al pasar, sin enojarse. Acepta la vida y sus cambios.
De pronto corta y me empieza a contar de cuando fue a domar avestruces a Africa.
- DOMAR avestruces? pregunto.
O de cuando aterrizaba un avión en una pista de aterrizaje de Pilar, para traer sólo correspondencia de Francia.
Había otros pacientes en la sala de espera, pero hubiera querido seguir charlando con él horas.
A sus 90 todavía infunde ganas de vivir, despierta la capacidad de asombro, transmite juventud.
Alberto compensó a Esther.
Así es la vida, luces y sombras.
viernes, 2 de diciembre de 2011
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