miércoles, 17 de julio de 2013

Bordeando el desatino

De pronto, como si nada, creyéndonos en el centro y el dominio de nuestra creída normalidad, hacemos pasar al primer paciente de nuestra soleada y optimista mañana y nos encontramos con un señor al que la vida lo ha desgastado lo suficiente como para que pensemos que ha iniciado el tránsito de su último decenio entre los mortales. Le preguntamos la edad y, felizmente contesta:
- 65
. Sesenta y cinco? ( tono incrédulo)
- Si
Y empieza a relatar una historia que defiende con una lógica que supone compartible. Que usa un audífono de su hermana, que en la casa donde se lo vendieron ( a la hermana) se lo calibraron mal ( a él) y que no puede ser, que qué falta de seriedad.
Viene dispuesto a pagar la calibración. Me entrega una audiometría bastante reciente.
La cargo. Busco su audífono en la pantalla y veo que no va para su caso. Se lo explico con gráficos que dice entender claramente porque es ingeniero. También necesitaría usar en los dos oídos. Le explico razones, dice entenderlas porque es ingeniero. O en el último de los casos usar el audífono en el otro oído que tiene mejor pronostico. Entiende todo porque es ingeniero.
- Pero por favor calíbremelo porque quiero entender cuando voy a una clase o a una reunión.
- No quiere que lo pasemos al otro oído?
- No, por favor calíbremelo
- Voy a hacer todo lo posible pero, ya le expliqué, no tenemos muchas posibilidades.
Calibré y agradeció. Después dijo:
- Ahora, ¿me puede calibrar este otro para mi hermana?
- Y ¿donde está su hermana?
- En mi casa, es muy anciana, no puede venir, le traje la audiometría. Por favor calíbremelo
- Pero la audiometría tiene un año y medio
- No importa, por favor calíbremelo pobrecita, no puede oir las conferencias.
Pensé que entonces la anciana salía para oír conferencias, pero no se lo dije. No sé por qué pensé en Psicosis, imaginé a la hermana como un esqueleto al que él disfrazaba en su casa y  jugaba que estaba vivo.
Cargué los datos de la hermana. Cuando le pregunte la edad, me dijo
- 72
¿Tan anciana?
Cargué la audiometría, enchufé el audífono y se lo calibré.
Me agradeció muchísimo, pagó la consulta y se fue.

No me había recuperado cuando entró el siguiente:
Un abogado con muy buena presencia, de unos 70 años. Venía para una selección de audífonos, nunca había usado. Apenas empecé a dialogar con él noté algo raro. Un tic nervioso que se repetía. De a ratos se hacía más intenso. Hasta tal punto que me costaba mantener una conversación con él porque me distraía y me ponía en una situación difícil al intentar disimular la sorpresa que me causaba. Luchaba a toda costa por mostrarle que sus tics me pasaban desapercibidos, lo que era totalmente falso.
Aparte de eso su diálogo era totalmente normal. Pude hacer la prueba sin problemas.
Pero de a ratos volvía a sus tics. Y no sólo eso, hablaba por lo bajo cosas ininiteligibles.
Es un Tourette, me dije. Y no pude dejar de pensar en eso. Me desconcentraba de mi trabajo de audióloga para enfocar sólo su caso psiquiátrico.
De pronto pude oír algo de lo que decía, muy muy bajo, casi indescifrable:

- Va a hacer mucho, mucho frío...

- Estoy muy triste...

- Estoy perdido...

Y enseguida volvía a responderme cómo si nada hubiese dicho. Como si, sin querer, su lenguaje interior se le escapara para afuera sin poder sujetarlo.

-