La más paciente, joven y complaciente de las audiólogas de nuestro equipo le prueba audífonos a una señora no tan anciana.
Hora, hora y media.
Quiere volver a probarse, no está segura. No está claro cuáles son sus dudas, hay varios modelos que le dan muy buen resultado, además dice que quiere lo mejor.
La audióloga le aconseja un modelo, para que su decisión sea más fácil. Le da los precios, contemplando no solamente los más sofisticados, también le ofrece una alternativa más económica.
La paciente le agarra la lista de precios, como si fuera la carta de un restaurant, y señalando con el dedo un ítem, dice:
- Pero no me habías dicho que había uno de este precio ( la cuarta parte del precio del audífono)
- A ver… No, lo que pasa es que ése es un control remoto.
- Bueno, ese quiero.
- Es que no es un audífono, es el control remoto del audífono.
- No importa, compro ése.
- Pero es que sin el audífono, no tiene sentido.
- ¿Cómo que no?
- Claro porque es para subir el volumen y cambiar los programas del audífono, pero necesita tener el audífono.
- Claro, como el televisor.
- Por eso.
- Bueno, ése llevo
Me quedé pensando: habría que habérselo vendido.
viernes, 12 de febrero de 2016
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