martes, 18 de septiembre de 2012

El Ocaso del Antiquijote



Mis seguidores seguramente recordaran al Antiquijote. A ella fue dedicado uno de mis primeros posts de este blog y otras cuantas publicaciones. Yo diría que roba el papel protagónico, merecidamente.
Siempre vino, como saben, montada en su Rocinante y acompañada por uno al principio y dos Sanchos el último tiempo.
Hace bastante que no aparece. Solicitó la semana pasada que la atendieramos en su casa. Ya no se puede levantar de la cama.
Como hace tiempo que no hago domicilios, propuse que la viera otra fono del equipo.
Nunca quiso atenderse con otra que no fuera yo, pero aceptó porque tiene casi todos los audífonos con problemas. Tiene mas de 18, literalmente.
Una vez acordado el día y la hora de la visita, cortó y al rato volvió a llamar.
Le dijo a mi secretaria que lo que ella necesitaba es que yo fuera a verla, no para atenderla como profesional, que ya habian arreglado que iría otra fonoaudióloga, pero que necesitaba que yo fuera a verla como persona.
Claro, Antiquijote venía y me contaba anécdotas de su vida, de sus familiares, hasta de los Sanchos acompañantes, con malicia y con un humor negro que me hacía reir.
Había que dedicarle dos horas exactas con cada visita y ponerle mucha paciencia, pero reconozco que disfruté de sus relatos un poco crueles pero con ese humor que a mí particularmente me divierte.
Se que se sentía a gusto. Se que muchas veces venía a estar conmigo y me desplegaba la docena y media de audífonos que funcionaban pero que ella aseguraba que no, y me los dejaba y pagaba el service que era el precio de poder venir a buscarlos para tener otra oportunidad de que alguien le entendiera su humor y hablara de igual a igual.
Eso necesita hoy Antiquijote y piensa que ya esta postrada y no va a poder venir más.
Ya acordé con ella que después de la semana próxima en la que estaré de viaje, iré a su casa, tomaremos un cafe y hablaremos de cualquier cosa menos de audífonos.

Involucrarse o no involucrarse?



Esa es la cuestión.
En las profesiones relacionadas con la salud es necesario poner un poco de distancia para que los sentimientos no nos paralicen. Porque involucrarse nos debilita al punto de no poder seguir con esta tarea. Y los pacientes necesitan a alguien fuerte, que ponga en funcionamiento su cabeza para resolverle el problema.
Pero a veces pasan cosas como esta:

Entra Graciela, una paciente de mas de 80, acompañada de su hija.
Trae sus dos audífonos sin funcionar. Raro, los dos a la vez, dice la hija. Y comparto. Posiblemente los golpeó o se le mojaron, el caso es que los debe dejar para que los mandemos al service de su marca.
Además los moldes están muy viejos, no le sirven. Propongo tomar nuevas impresiones, así cuando retira tiene todo en perfectas condiciones.
Miro los oídos con un otoscopio y veo que están totalmente tapados con cera. No puedo tomar impresiones hasta que no vaya al otorrino para que le limpien.
Sé que a ella le cuesta oírme, entonces le explico a la hija. Intercambiamos ideas, le hago una nota al otorrino, hablamos de demoras, pautamos qué hay que hacer primero, cuanto podrá salir y el tiempo que se quedará sin poder usarlos.
Graciela nos mira sin entender. Pregunta, necesita enterarse.
La hija le explica en voz alta, pero muy resumido.
Yo no intervengo. Sigo entendiéndome con la hija.
De pronto la miro y está llorando. Le agarro una mano.
- Qué pasa Graciela?
- No oigo nada!!

Dios! cómo puedo olvidarme de que ESE ES SU PROBLEMA?
Por un instante me puse en su lugar, ver que los demás hablan, resuelven algo que es de mi incumbencia, sin poder intervenir, sin que me expliquen todo al detalle. Y no insistir para no molestar.

Bajé la guardia, la abracé, le expliqué lo que había que hacer, le dije que no nos hiciera caso, que tenía razón, que todos andamos apurados.

- La gente es mala, me dijo, no nos tienen paciencia