Llegó y lo percibí.
Me atacó, nadie le había dicho que tenía que pagar. Tenía turno 10.30 y no 11.30, no pensaba esperar a que atendiera a los otros pacientes. "No me muestre la agenda, no me importa lo que usted anotó, yo sé lo que me dijeron".
Pasó. Tenía que probarle audífonos.
Venía con un libro Editorial Tusquets. ¿Qué está leyendo?, tal autor. "Leí todos los libros de él, es sueco, el mejor escritor de policiales"
La energía fue cambiando. Me interesé. Anoté el nombre del autor.
Pero la computadora no encendía. Buscaba, buscaba pero no se abría la pantalla.
Llamé al técnico. Entretuve al paciente con charla literaria. Apagué y encendí la computadora cien veces. Nada. No iba a poder atenderlo.
Seguí hablando de literatura.
"Mi hijo es historiador, mi hija periodista, mi padre escritor… se imagina que vengo de una base cultural que…"
Qué bien, que bien, admirable. Cuénteme...
Cómo perdió su audición?
"Yo practicaba tiro y se me puso uno a un lado para aprender, porque, ejem… yo era muy bueno"
La compu nada. Negra como la noche.
Tuve que explicarle que no le iba a poder hacer la prueba. Su ego inflado le permitió perdonarme. Cambiamos el turno para otro día.
Se fue. Abri las ventanas.
Entro Faustino, un pacientito de cinco años, adorable y divertido.
A la media hora la compu se había encendido.
Entra otro para hacerse estudios. El audiómetro se apagaba solo. Jamás había pasado.
No pude contrarrestar la mala onda en toda la mañana a pesar de que sonreí espontánea y fingidamente.
Siguió así: la llave de la entrada nueva no funcionó, tuvimos que salir por la cochera.
A mi socia se le quedó la llave adentro y pudo salir cuando le mandaron una de repuesto.
Tiemblo de solo pensar en el día que tengo que volver a atenderlo.
miércoles, 14 de diciembre de 2016
miércoles, 5 de octubre de 2016
Acoso de un paciente
Salgo a las 8am a pasear a mi perro y me cruzo con un paciente. Lo saludo. Para, se asombra, mueve los brazos. Mi perro tira. Lo freno.
- ¡Hola!! ¡Justo venía a verte!
- Pero no atiendo a esta hora, además en un rato salgo para Belgrano. ¡Pará, Platón!
Gira ciento ochenta grados y empieza a caminar a mi lado.
Platón se cruza por delante del paciente, para en un árbol, hace pis, olisquea.
- Recién volví de Jujuy, llevé a los chicos al colegio y vine a verte.
- Qué pena, justo hoy no tengo tiempo, si no, encantada de atenderte. ¡No tires, Platón!
Se pone a mi ritmo, se saca el audífono del oído y me muestra.
- Ves, yo hago lo que me dijiste, lo cepillo y miralo, ¿te parece que anda?
- Pará un poco, Platón. Si, suena como si anduviera, habría que verlo.
- Ya sé, por eso vine. Fijate - se saca el otro audífono- el otro también anda ¿no? bueno, ¿por qué oigo con uno y con el otro es como si tuviera un algodón en el oído? Todo taponado.
Platón se le cruza de nuevo, él lo ignora, aunque casi se cae.
- ¿Por qué no pedís un turno y te veo el jueves? A lo mejor tenés un tapón de cera.
- ¿Qué hago? ¿ Llamo por teléfono?
Un perro en una casa de la vereda de enfrente ve a Platón y se pone a ladrarle. Platón le responde y el ruido ensordece más a mi paciente.
- Si, claro, llamá por teléfono.
- Disculpáme no te oigo, hay mucho ruido.
Grito:
- Llamá por teléfono para pedir turno y te veo.
- Disculpáme, ¿Ves? no anda bien, oigo el ruido pero no entiendo la palabra, eso es lo que me pasa. ¿Qué podrá ser?
miércoles, 13 de julio de 2016
Lo que abunda, no daña.
- Hola, ¿consultorio de audífonos?
- Si, ¿quién habla?
- Hola, querida, habla Anita, ¿te acordás de mí? la de la panadería.
- Hola, Anita, ¿como estás?
- Bien, querida, perdoname que te moleste.
- ¿Qué necesitás, Anita?
- Vos disculpame, pero estaba en el negocio el otro día y entró un señor que vino a comprar facturas. No, miento, lo que quería eran medialunas.
- …
- No, no, también me pidió vigilantes, creo. Pero yo no tenía con dulce de leche. Cuando se los estaba envolviendo, me vio los audífonos "¿Vio qué chiquitos, que casi no se ven?", le dije.
- …
- Porque la verdad es que casi no se me ven. Me los vio porque justo me agaché para cobrarle, le tenía que dar el vuelto. Me pagó con un billete de cien y yo no tenía cambio. Tuve que agacharme y buscar en una caja extra que tengo debajo del mostrador.
-…
- El me miró los oídos porque le recetaron y no se anima a usar. Hace mucho que le recetaron y está meta dar vueltas, no se decide. Me preguntó si hacía mucho que yo usaba y le dije "Y… desde 2011" aunque después pensé: " no no, fue en 2012", porque fue cuando se casó mi nieta, la más chica. Y yo justo me los había comprado y vos me dijiste que hasta que no me acostumbrara no los llevara al casamiento. ¿Te acordás, querida?
- Si, claro, Anita que me acuerdo. ¿Y entonces?
- Entonces, vos perdoname querida, pero me tomé el atrevimiento de darle tu teléfono a este señor porque le dije que estaba muy contenta con los audífonos y él dice que todos los que conoce no los usan. Que su papá usaba y nunca se lo ponía, su tía tampoco, y sus amigos del club, tampoco. Yo le dije que los tuyos sí los iba a usar. Vos perdoname querida, después pensé que antes de darle el teléfono te tendría que haber consultado, pero después ¿cuándo iba a volver este señor a comprarme facturas?, digo sacramentos, no no, cómo me equivoco, ¡vigilantes!
jueves, 3 de marzo de 2016
Mi ignorancia idiomática
Llegó Maribel, tocó el portero eléctrico, respondimos. Silencio. De nuevo timbre, silencio.
Mi secretaria bajó a abrirle. Subieron. Cuando le tomé sus datos, me di cuenta de que no tenía lenguaje oral. Y que intentaba comunicarse conmigo con lenguaje de señas. Que desconozco.
Intencionalmente. Porque siempre estuve en contra, porque, aunque sea útil para su lenguaje interior, creo que es negar cualquier resto auditivo que, amplificado, puede darles algunos ruidos, algunas voces, que hagan de su vida un mundo sonoro. Y que puedan imitar de alguna manera lo que oyen, aunque sea defectuoso, para poder hablar y comunicarse. E ir al colegio y estudiar y hacer una vida normal.
Pero Maribel, con una sonrisa radiante contestaba a mis preguntas, con señas. Por suerte hacía lectura labial. Pero optó por escribirme, con muchas faltas de ortografía, las respuestas. Me enteré de que tenía cincuenta y seis años. Aparentaba menos.
Yo no dominaba su idioma, estaba en inferioridad de condiciones.
La audiometría dio valores muy bajos pero así y todo oye, a altas intensidades, muchas frecuencias.
Si hubiese usado audífonos o un implante, desde chica, se la podría haber hecho oír hablándole fuerte, seguir una conversación. Pero no. Jamás usó audífonos me dijo con una sonrisa que unió sus inútiles oídos.
No vino a comprar unos. No los necesita, dice. Sólo se la piden para renovar su certificado de discapacidad auditiva.
Imaginé su mundo de silencio donde nunca llega un grito de un chico, el ruido de pasos, ningún tipo de música, ni siquiera una batería. Donde no puede captar los matices de lo que le están diciendo por la expresión de la voz, nunca un pájaro, ni un trueno, ni el furor del mar.
Pero siempre su sonrisa, enviada desde ese cerebro lleno de señales gestuales que expresan pensamientos.
En ese idioma que, prejuiciosamente, saqué de mi lista.
Mi secretaria bajó a abrirle. Subieron. Cuando le tomé sus datos, me di cuenta de que no tenía lenguaje oral. Y que intentaba comunicarse conmigo con lenguaje de señas. Que desconozco.
Intencionalmente. Porque siempre estuve en contra, porque, aunque sea útil para su lenguaje interior, creo que es negar cualquier resto auditivo que, amplificado, puede darles algunos ruidos, algunas voces, que hagan de su vida un mundo sonoro. Y que puedan imitar de alguna manera lo que oyen, aunque sea defectuoso, para poder hablar y comunicarse. E ir al colegio y estudiar y hacer una vida normal.
Pero Maribel, con una sonrisa radiante contestaba a mis preguntas, con señas. Por suerte hacía lectura labial. Pero optó por escribirme, con muchas faltas de ortografía, las respuestas. Me enteré de que tenía cincuenta y seis años. Aparentaba menos.
Yo no dominaba su idioma, estaba en inferioridad de condiciones.
La audiometría dio valores muy bajos pero así y todo oye, a altas intensidades, muchas frecuencias.
Si hubiese usado audífonos o un implante, desde chica, se la podría haber hecho oír hablándole fuerte, seguir una conversación. Pero no. Jamás usó audífonos me dijo con una sonrisa que unió sus inútiles oídos.
No vino a comprar unos. No los necesita, dice. Sólo se la piden para renovar su certificado de discapacidad auditiva.
Imaginé su mundo de silencio donde nunca llega un grito de un chico, el ruido de pasos, ningún tipo de música, ni siquiera una batería. Donde no puede captar los matices de lo que le están diciendo por la expresión de la voz, nunca un pájaro, ni un trueno, ni el furor del mar.
Pero siempre su sonrisa, enviada desde ese cerebro lleno de señales gestuales que expresan pensamientos.
En ese idioma que, prejuiciosamente, saqué de mi lista.
viernes, 12 de febrero de 2016
El aparato más barato
La más paciente, joven y complaciente de las audiólogas de nuestro equipo le prueba audífonos a una señora no tan anciana.
Hora, hora y media.
Quiere volver a probarse, no está segura. No está claro cuáles son sus dudas, hay varios modelos que le dan muy buen resultado, además dice que quiere lo mejor.
La audióloga le aconseja un modelo, para que su decisión sea más fácil. Le da los precios, contemplando no solamente los más sofisticados, también le ofrece una alternativa más económica.
La paciente le agarra la lista de precios, como si fuera la carta de un restaurant, y señalando con el dedo un ítem, dice:
- Pero no me habías dicho que había uno de este precio ( la cuarta parte del precio del audífono)
- A ver… No, lo que pasa es que ése es un control remoto.
- Bueno, ese quiero.
- Es que no es un audífono, es el control remoto del audífono.
- No importa, compro ése.
- Pero es que sin el audífono, no tiene sentido.
- ¿Cómo que no?
- Claro porque es para subir el volumen y cambiar los programas del audífono, pero necesita tener el audífono.
- Claro, como el televisor.
- Por eso.
- Bueno, ése llevo
Me quedé pensando: habría que habérselo vendido.
Hora, hora y media.
Quiere volver a probarse, no está segura. No está claro cuáles son sus dudas, hay varios modelos que le dan muy buen resultado, además dice que quiere lo mejor.
La audióloga le aconseja un modelo, para que su decisión sea más fácil. Le da los precios, contemplando no solamente los más sofisticados, también le ofrece una alternativa más económica.
La paciente le agarra la lista de precios, como si fuera la carta de un restaurant, y señalando con el dedo un ítem, dice:
- Pero no me habías dicho que había uno de este precio ( la cuarta parte del precio del audífono)
- A ver… No, lo que pasa es que ése es un control remoto.
- Bueno, ese quiero.
- Es que no es un audífono, es el control remoto del audífono.
- No importa, compro ése.
- Pero es que sin el audífono, no tiene sentido.
- ¿Cómo que no?
- Claro porque es para subir el volumen y cambiar los programas del audífono, pero necesita tener el audífono.
- Claro, como el televisor.
- Por eso.
- Bueno, ése llevo
Me quedé pensando: habría que habérselo vendido.
miércoles, 20 de enero de 2016
Logoaudiometría singular
Esta prueba consiste en repetir palabras que están en unas listas fonéticamente balanceadas. A distintas intensidades.
Hoy me pasó esto: ( a la izquierda la palabra que yo decía, a la derecha, la repetida por el paciente)
Carmen Carmen
Sendos Sergio
Verde Vero
Presa Perla
Cerdo Sergio
Tigre Chiche
Senda Selma
Niños Nino
Curas Cuca
Tapia Laura
Mueca Pepa
Biela Chela
Lacio Claudio
Jaque Joaco
Neta Berta
Reto Roberto
Nave Ave
Nulo Lulo
Asno Alvaro
Misa Mirta
Doce Jose
Pino Tino
Lote Roque
Filo Milo
Pira Miriam
Y la consigna no fue: "Ahora le voy a decir nombres y usted los va a repetir". Simplemente le dije que repitiera las palabras que escuchara. La primera fue un nombre, entonces habrá supuesto que era una lista de nombres.
Los cerebros de las personas son un laberinto de preconceptos. Si se pudiera poner la mente en blanco y dejarse llevar, todo sería más fácil.
Hoy me pasó esto: ( a la izquierda la palabra que yo decía, a la derecha, la repetida por el paciente)
Carmen Carmen
Sendos Sergio
Verde Vero
Presa Perla
Cerdo Sergio
Tigre Chiche
Senda Selma
Niños Nino
Curas Cuca
Tapia Laura
Mueca Pepa
Biela Chela
Lacio Claudio
Jaque Joaco
Neta Berta
Reto Roberto
Nave Ave
Nulo Lulo
Asno Alvaro
Misa Mirta
Doce Jose
Pino Tino
Lote Roque
Filo Milo
Pira Miriam
Y la consigna no fue: "Ahora le voy a decir nombres y usted los va a repetir". Simplemente le dije que repitiera las palabras que escuchara. La primera fue un nombre, entonces habrá supuesto que era una lista de nombres.
Los cerebros de las personas son un laberinto de preconceptos. Si se pudiera poner la mente en blanco y dejarse llevar, todo sería más fácil.
jueves, 14 de enero de 2016
A veces se cambia de idea
- A mí me parece que oigo bien, mi marido es el que dice que no oigo, que me tiene que repetir siempre.
Miro su audiometría y explico que su dificultad está exclusivamente en las frecuencias agudas, que por eso confunde una consonante con la otra. Por eso ella tiene el efecto de oír bien pero que los demás no pronuncian bien las letras. Hacemos la prueba y dice que se le "abrió el mundo".
Quiere ésos, los mejores, los más inteligentes, que tienen más funciones. La noto entusiasmada como si se estuviera comprando un IPhone 6S.
Le doy el precio. Bastante más alto que el de ese teléfono. Llama al marido para que le dé el Ok para comprarlos. No tengo más remedio que escuchar la llamada:
- ¡Ay, no sabés cómo oigo! Tenías razón, yo no me daba cuenta.
- .....
- Si, espectacular. Le dije a la fonoaudióloga que quiero los mejores, ya que me voy a meter en ésta, y los más lindos. Son finitos, increíbles, ni se ven. Y puedo elegir el color...
- ....
- Si, claro, no son baratos. Te digo, los mejores cuestan xxx y los que le siguen, que son los que ella me aconseja, cuestan xxx. ¿Qué te parece? ¿Los pagamos al contado, o querés que financie una parte?
- ¿Cómo uno solo? Yo tengo dos oídos... me explicó que cuando tengo que estar con varias personas o en un restaurant con uno me voy a confundir todo...
- ¿Cómo que tan mal no oigo? ¡Hace un año que me decís que me ponga audífonos porque no me aguantás más teniéndote que repetir todo!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)