jueves, 20 de marzo de 2014

Love story


Ella había ido a ver a su hijo a una competencia de gimnasia del cole. El a su hermanito. Se miraron. Se sonrieron. Se volvieron a encontrar en la salida del colegio. El con esa cara perfecta de eterno niño, pelo rapado. Sonrisa que achina los ojos y hace creer que la felicidad es posible. Ella cansada de luchar sola, lo mira y en sus ojos renace la esperanza. La inunda la fe. Reboza de femineidad. Las hormonas hablan por ellos.  Nunca cruzan una palabra en sus futuros encuentros. Pero se conectan. A ella la enamora su  mirada infantil. A él lo enamora esa mujer.
Un anochecer él la ve camino a su casa cuando ella vuelve de trabajar. La sigue. Ella presiente su presencia. No apura su paso. El se acerca. Ella lo espera. De golpe ella se da vuelta y lo mira. El sonríe. Ella de disuelve. El la abraza. Un beso largo, profundo los convence de que no hay otra posibilidad. De que son ellos.  Ella le dice cosas. El no necesita oírla, su pasión responde y la convence de que es un dios. De que todo vale para tenerlo.
Así comenzó esta historia de amor. Hoy los tuve frente a mí en mi consultorio. El 24 años, sordo profundo, desocupado. Ella 30, dos hijos, padres desconocidos,  empleada doméstica. Sin recursos.
La madre de él no aceptó la relación, no la quiso conocer. El dejó de usar sus audífonos en la adolescencia porque le daba vergüenza. Hoy su madre no se los devuelve,  tampoco su certificado de discapacidad ni su carnet de la obra social. No lo quiere ni ver.
Ella dice que su hermano los va a ayudar. Pagan la consulta. Cuando le hago la audiometría le miro su cara y  entiendo que se haya enamorado de él. Imagino sus amores primitivos, en silencio, donde toda realidad sobra. Donde no se piensa en cómo será esa vida tan dispar, juntos. Porque la pasión todo lo puede.  Y como amé, quiero ayudarlos. ¿De qué manera? ¿Consiguiéndole un trabajo a él? ¿ Dónde? ¿Qué sabrá hacer este crio, tan sordo? Porque su voz es de sordo profundo. Solo lee los labios y no sabe oír. No es que no oiga nada. Pero nadie le enseñó a oír.
Que el hermano se los va a conseguir al costo, que solo les diga cuales necesita. Porque si él oyera podría manejar y tener un empleo. Ella convencida, yo lo veo difícil. Le sugiero que vaya a la Municipalidad y reclame una copia de su certificado de discapacidad y luego a la obra social. Que no importa que sea de la madre, que el ya es adulto, que diga que perdió el carnet y que exija uno nuevo.  Pero todo eso, pienso mientras, les llevará tiempo. Y él necesita trabajar, dejar de ser un niño y ser un hombre.
Busco en mi cajón de audífonos donados. Encuentro uno casi nuevo. Superpotente. Se lo pruebo. Su cara se enciende con una felicidad que me cambió el día. Llevátelo. Es tuyo. Mientras van haciendo los trámites.
- ¿Qué se dice? le pregunta ella.
Quiero que sigan viniendo para pedirle que lo trate como a un hombre. Que lo ayude a crecer
Pero ese ya es otro tema.

1 comentario:

Ana dijo...

Piel de gallina!
Qué linda historia.
Tu trabajo me fascina, Tolen. Pura ayuda, pura entrega.
Te admiro.
beso.