jueves, 31 de marzo de 2022

DAR PARA AYUDAR



 Mariela, una maestra diferencial de cincuenta años tiene una hipoacusia que no llega a severa pero que le está haciendo difícil su vida familiar, social y sobretodo, profesional. 

Cuando indago cuales son sus mayores dificultades, qué es lo que le gustaría corregir, me cuenta una anécdota:

Un alumno que estaba a su lado en el recreo le dijo que se sentía mareado. No sé qué le entendió pero le sonrió y le contestó algo como que era muy caballero. Cuando me lo contó, a mí también me causó gracia. Suele ser la reacción frente a esos malos entendidos. Pero la miré y vi sus ojos llenos de lagrimas, la boca tapada con el barbijo. No podía terminar de contarme, el llanto le quebraba la voz. 

Ese alumno está hoy internado en el hospital tratando un tumor cerebral. Pocas veces me sentí tan conmovida. 

La hipoacusia aísla,  distancia parejas,  ocasiona conflictos familiares, dificultades en el trabajo, pero este riesgo nunca lo presencié en más de cuarenta años de ejercicio profesional.

Mariela está tramitando su certificado de discapacidad para que su obra social le cubra el costo del par de audífonos que necesita. La ayudaremos con los trámites, pero le va a llevar unos meses.

Mientras, vive con culpa y miedo. Se ocupa, además, de alfabetización y no sabe si corrige bien o mal, siente que no puede ayudar a nadie y que un niño a su lado corre peligro. No los oye ni cuando le piden permiso para ir al baño. 

Terminamos las pruebas y busqué en mi cajón de audífonos usados uno que le sirviera, para que lo usara hasta que tuviera los suyos. Es el único que tenía en formato detrás del oído. Tengo mucho intras pero no los puede usar si no están hechos en una cápsula a su medida. 

Se lo adapté en su oído mejor. Se emocionó. Lloramos juntas. La hará sentirse un poco más segura hasta que pueda hacerse de los indicados.

Me dejó pensando toda la tarde. Necesitamos con urgencia audífonos usados en buen estado para estos casos. Organicé una campaña de nuestro centro pidiendo donaciones, en las redes. Hay casos que no pueden esperar.

También  me pareció una historia para este blog que tengo un poco abandonado. 

Esta vez es un pedido de ayuda. 


martes, 31 de agosto de 2021

52 AÑOS DE CONVIVENCIA

 

Alejandro (88) siempre viene con su mujer,  Susana (83) 

Alejandro es lindo. Tiene todo su pelo con una mezcla de canas envidiable. Viste con buen gusto. Susana también. 

Alejandro es tranquilo, habla solo para decir cosas relevantes. Susana desde el primer día que vinieron me advirtió que él está imposible, que niega todo, que mejor que le explique a ella porque él no entiende. Que hay que repetirle las cosas veinte veces. 

Conozco ese tipo de relaciones.

Alejandro usa los audífonos hace un mes. Hoy vino para su primer control. Entró solo. Mucho más suelto. Me hizo un comentario sobre el cierre de mi puerta de entrada. Se instaló y me empezó a contar su experiencia de estos días. Tenía un audífono tapado, lo destapamos.

Yo atiendo con la ventana abierta.

De pronto una voz estridente  que venía de la calle me asustó.

- ¿Por qué entraste sin mí? Era Susana.

Uy qué susto, dije yo. Es mi mujer, dijo Alejandro. Salí a abrirle. De verdad me había shockeado su estruendo cuando yo estaba compenetrada en cambiar el filtro del audífono y explicárselo a Alejandro.

La hice pasar, comentándole cuánto me habia sorprendido. Ella solo hablaba de por qué él no la había esperado. Que siempre hacía lo mismo. Te advierto que está terrible. Si no quiere que yo esté, lo espero en la sala de espera. Como quieras. Y ahí se quedó.  La puerta que da al consultorio abierta.

Ella me veía a mí de frente, a él  de espaldas, apenas.

Yo, clarito a los dos.

Ella cada dos minutos interrumpía:

- ¿Te pusiste el barbijp?

- Ponete los anteojos, si no, no ves lo que Vicky te explica.

- Lo del celular explicame a mí porque él no tiene idea. Ni lo atiende. ¡Qué va a manejar el audífono desde el celu! Y no quiere que lo maneje yo, está imposible.

Le expliqué todo a Alejandro, hasta estar segura de que había entendido.  Cuando ella interrumpía, él me decía:

- No la aguanto más. Y me hacía señas: eso entre nosotros dos...

Me contó que acababan de mudarse a un departamento. Mucho más chico que la casa donde vivían antes. Y que, claro, a veces no encontraban las cosas, o había otras que todavía estaban en la casa grande.

- Es que él es muy distraído. Yo soy ordenada: un lugar para cada cosa.

Alejandro me explicaba con ejemplos divertidos: ¿dónde está la remera rosa? ¿Vos la trajiste? No sé...

- Claro, si yo no me ocupo... decía Susana, haciéndome caras desde la sala de espera.

Él la escuchaba muy bien y me decía, bajando la voz:

- Es imposible vivir con ella.

Yo seguía riéndome de las anécdotas que se sumaban. Me los imaginaba peleando en el departamento. Él me explicaba lo difícil que era reducir espacios.

- Si él me dejara, yo ya tendría todo ordenado.

Yo le hablaba a Alejandro de lo linda que le quedaría la remera rosa, que no se la olvidara. Y repasábamos el manejo del celular.

- Qué bien me hizo venir a verte - dijo Alejandro.

Los acompañé y les halagué a los dos su forma de vestirse. Les dije que me habían divertido.

Ella:

- Yo tendría que venir a verte todos los días, porque si no, lo mato.

Los dos se fueron creyendo que yo estaba de su lado.



jueves, 17 de enero de 2019

Knockout al atropello infundado

Suena el teléfono fuera de horario.

- Hola, necesito un turno para mi madre. Porque la verdad que los audífonos que compró son una porquería, gastamos plata al pedo, desde el primer día que no oye.
- Bueno, deberíamos verla, seguro vamos a encontrar una solución.
- Lo dudo, porque la fonoaudióloga nos  mando ahí para que nos atendiera una tal...
- Si, soy yo.
- Ah. Ejem, bueno... no importa la cuestión es que no le sirven para nada. Desde el primer día, nunca le sirvieron, oye mejor con el que tenía antes que con estos.
- Si te parece, le doy un turno y la veo para ver cual es el problema.
- ¿El problema? ¡Que no oye! ¿No te digo. Un desastre son estos audífonos. Tiramos la plata. Nos la tendrían que devolver.
- Tengo que verla.
- Mi mamá es una señora muy mayor,  y yo soy fonoaudiologa , me doy cuenta de que no le sirven.
- Te entiendo todo lo que me decís, pero si no la veo, no puedo hacer más que escucharte. Ahora, si querés, vienen y trato de resolver todo lo que me decís.


Después de diez minutos logré darle un turno.

Hoy vinieron,  la hija con la cara desencajada, el entrecejo marcado, los ojos semicerrados, los músculos contraídos. Lista para el combate. Las hice pasar con una sonrisa, pero se puso en el otro lado del ring. Llevó con ella a la madre que miraba asustada. Quería dar inicio a la pelea, la necesitaba, clamaba por adrenalina.
Por fin, se sentaron.

- A ver. qué es lo que pasa...
- Todo pasa, TODO. No oye nada, veníamos en el auto, le hablaba  y una tapia. ¿Me entendés que NO ENTIENDE NADA? NO DISCRIMINA. Un desastre. Además, le duelen.
- Nunca vinieron a control...¿no es cierto?
- No, porque fuimos con la otra fono, tu socia, mil veces fuimos, no solucionó nada. Se lo limó un poco, no sirvió para nada, le duelen, no oye. ¿Entendés que no oye?
- Entiendo perfectamente. ¿Los tiene puestos?
- Si, no sé para qué, ¡si es como hablarle a la pared!

Me acerco al oído y encuentro el audífono izquierdo puesto en el oído derecho. Y por supuesto, el derecho en el izquierdo.

- Están puestos al revés.
- De ninguna manera.
- Si, ¿ves? el azul va en el oído izquierdo. Vos sabés, es como los signos en audiologia.
- Claro, ¡azul izquierdo, rojo derecho! MAMA , ¿TE PUSISTE LOS AUDIFONOS AL REVES?
- ¿Qué?
- Ves que no oye?

Abro un audifono, saco la pila. Gastada. Abro el otro audífono: sin ninguna pila. Les muestro.

- MAMÁ, ¡ESTÁN SIN PILA!
- Qué?

Sigo revisando. Los filtros tapados. Los cambio, le muestro a la hija.

- MAMÁ, ¿VOS CAMBIAS LOS FILTROS?
- ¿Los qué?

Le pongo bien los audífonos, con pilas y filtros nuevos. Le explico todo a la madre.  Le pregunto si ahora oye:

- Sí, muy bien. Bien fuerte.
- ¿Le molestan?
- Para nada.

La intensidad de la voz de la experta hija fonoaudióloga bajó como treinta decibeles, su cara empalideció.

- Por favor, ¿me podrían llamar un remise?

jueves, 28 de junio de 2018

Audífonos alucinógenos

- Y, Claudia, ¿cómo te fue esta primera semana con tus audífonos nuevos?
- Muy bien, muy bien, ya me acostumbré, los uso todo el día.
- Genial, y ¿no te molestan?
- Para nada, bueno, un poco raro al principio, pero desde hace varios días que los uso todo el tiempo.
- Perfecto, entonces. ¿Alguna pregunta?
- Bueno... no sé... venía manejando y de pronto escuché que una mujer me decía el el oído derecho: "ESTOY AGOTADA". Miré para todos lados, pero era en mi oído. Y al rato en el otro: "ESTOY AGOTADA". 

Le cambié las pilas y le levanté un poco el volumen del aviso de "Pila agotada" para que lo pudiera oír con mayor claridad.
Y le dije que anulara el turno con el psiquiatra. 

martes, 5 de septiembre de 2017

Eterno retorno a la fatalidad

- Hola, Dionisia, ¿cómo estás?
- Mal, ¿cómo voy a estar? ¡con esta migraña!
- ¿Y cón los audífonos como vas?
- Si no los uso, ¿no ves que tengo migraña?
- Claro, tal vez los podemos poner más bajos, o que los uses en el programa de Confort.
- Bueno para eso vine, pero no sabés lo que me costó llegar. Hay lío por todos lados.
Empiezo a calibrárselos.
- ¿Estás  mejor?
- Si, con vos estoy perfecto pero después en el loquero de afuera…
- Afuera los ponés en Confort.
- No sé, no sé, estoy muy nerviosa, el control remoto no anda. Ayer un tipo me abolló todo el auto, debía ser un chorro porque cuando le toqué bocina, escapó.
- Ay, qué susto habrás pasado.
- Tremendo.
- Practiquemos con el control remoto para ponerlos en Confort.
- Esto no anda.
Le demuestro que anda. Lo prueba y lo guarda en un estuche rojo de género.
- ¡Qué lindo ese estuche, Dionisia!
- Sí, en Europa te dan de estos cuando compras un anillo o algo así. Qué distinto es todo en Europa, en cambio este país. No tiene arreglo.
- Tiene un diseño que parece japonés.
Sonríe apenas.
- Y ahora tengo que llevar el auto al taller. Cada vez que voy al mecánico son veinte mil pesos.
- A lo mejor esta vez es menos.
- O más. Porque el seguro no me cubre. ¿Sabés lo que cuesta uno por todo riesgo?
- Carísimo.

miércoles, 14 de junio de 2017

JAAAAAAAA!




91 AÑOS

La hago entrar en la cabina para hacerle una audiometría y una logoaudiometria que es una prueba de repetición de palabras.
La audiometría acusa una hipoacusia moderada.
Después le doy las instrucciones para que repita las palabras.
Ella adentro, en silencio, oye las palabras que yo le digo, sacadas de una lista.

Yo también la oigo a ella, aunque la intimidad de la cabina la haga sentir aislada.

Empiezo a bajas intensidades pero después voy subiendo a mucho más altas:


Yo : LASTRE

ELLA: JAAAAAAA QUE DIJO?

Yo: MOLDES

ELLA: MO QUÉ? JAAAAAA

Yo: MENTA

ELLA: LENTA? SERÁ SU ABUELA!

Yo: CINCO

ELLA: JAAAAAA  NO ENTIENDO NADA!!! JAAAAA

Yo: PERSA

ELLA: MERSA? JAAAAAAAAA

Yo: SEXTO

ELLA: SEXO? JAAAAAAAAAA

Yo: SELVA

ELLA: QUE ES ESA PALABRA? ME LA REPITE?

Yo: SELVA

ELLA: JAAAAAAAAAAAA QUE DICE?

Yo: CIENO

ELLA: QUE PALABRAS MAS RARAS! JAAAAAAAAAA

La saco de la cabina por temor a que le dé  paro cardíaco.

jueves, 1 de junio de 2017

Oscar tiene familia

Oscar tiene trece años y viene con su mamá para empezar a usar audífonos.
Le pregunto cuándo se desencadenó la pérdida auditiva. No sabe. Oscar es hijo del corazón, me explica.
María tiene 54 años y hacía mucho que estaba en listas de espera para adoptar.
Oscar y sus cuatro hermanos esperaban una familia. Como no encontraron una que los adoptara a todos, los dividieron. Él y su hermano menor, Abel (10) hace cuatro años que son hijos de María y su marido.
Cuando los recibieron en su hogar, Oscar no sabía leer, ningún colegio lo aceptaba. María es maestra. Aplicó su método antiguo y logró que leyera en pocos meses. Hoy va a sexto grado y es uno de los mejores alumnos.
Les costaba creer que no oyera bien. Lee muy bien los labios y es muy curioso.
Su hipoacusia es traumática. María me explica que Oscar recibió muy mal trato por parte de sus padres biológicos.
El nuevo hogar de los chicos no cuenta con grandes recursos económicos, María está agotada porque de golpe su familia creció y sus hijos tienen una vida previa y desconocida con la que tiene que cargar.
Le puse los audífonos a Oscar y empezó a reírse, no se los quiere sacar. Abraza a su mamá. Noto tanta confianza entre ellos como si hubiese crecido en la panza de María.
Se dicen todo, se hacen chistes, gastan a Abel que parece que es un demonio.
Para los cumpleaños se reúnen con sus otros tres hermanitos que fueron adoptados por otra familia.