miércoles, 24 de septiembre de 2014

El técnico


Hoy vino el técnico. Él sabe todo. Cada vez que puede me recita su currículum, me aclara que es no es como cualquier paciente, como "Doña Rosa" que viene acá y no entiende nada, porque yo, cuando trabajé en… y los circuitos a válvula que precedieron a…y entiendo perfectamente que si uno conecta un cable a… porque además recuerdo muy bien que cuando hacíamos…
Adopto una actitud escuchante, que no es auténtica, pero intenta ser respetuosa. Su mujer, sentada a su derecha pero con la precaución de haber ubicado su silla un metro más atrás, como corresponde a la consorte de tan importante personalidad, aprovecha esa ubicación para poner caras de "no lo puedo creer", "¿cómo lo aguanta?", " y dale con lo mismo". Eso lo deduzco al verla morderse el labio inferior y llevar su cabeza de un lado al otro como signo de negación.
De alguna forma me arreglo para conducirlo al punto que justifica que la vida nos haya cruzado a esa hora y en ese lugar de este universo: el uso de sus audífonos.
Me aclara que ya hizo la adaptación como le dije, que los está usando y está plenamente adaptado. A lo que agrega que, sin embargo, se los debe sacar con frecuencia porque agravan su síndrome vertiginoso. Intento explicarle que eso no tiene lógica, que no hay ninguna razón para… Lo que pasa es que no los necesito, cuando quiero estar tranquilo me los saco, para qué quiero… Miro su audiometría con una pérdida en agudos que llega al 80%  e intento explicarle que a él le parece que no los necesita, que es preciso que los use todo el día porque… Lo que pasa es que me siguen molestando los agudos, son insoportables. Eso es porque Ud normalmente no los oye, tiene que oírlos para no confundir una S con una F o con una T… pero para eso hay que entrenarse. Se los puse en un programa de adaptación, ni siquiera le di todavía la potencia que necesita… Agregué que él era libre de usarlos como quisiera, pero que si no lo hacía tampoco se iba a acostumbrar nunca. No, si yo los uso y estoy adaptado porque yo entiendo que…
Mientras seguía hablando, tomé sus audífonos, los enchufé a la interface, y empecé a leer en la pantalla los datos que habían almacenado desde la última vez que había venido. Hace un mes:
Horas de uso ( en un mes): 72hs
Promedio de uso diario: 2hs
Mientras, él seguía hablando de magnitudes, hertz, decibeles, potenciales y no sé qué más.
Lo interrumpí para decirle: Mire, la realidad es que no los ha usado más de dos horas por día, entonces siempre está con los síntomas de un principiante, por eso le molestan.
¿Y eso se lo dice la computadora? ¿Mis audífonos tienen memoria? ¿Qué más le informan mis audífonos?
La mujer se contuvo para no adelantarse y chocar la palma de su mano con la de la mía. Yo también guardé la mía sobre mi rodilla. Sentí que hacía años que ella estaba esperando ese momento.

martes, 3 de junio de 2014

Me enamoré

Me lleva treinta años.
Es francés.
Y está por irse a una dimensión misteriosa que hace muy poco acepta como creíble.
"Antes era ateo, de los orgullosos y ahora, como corresponde a mi edad, se me dio por la espiritualidad. Aceptar el misterio  me ayuda a ser feliz"
Hablamos en francés y en castellano. Saltando de un idioma al otro como si fuera uno solo. No sé si eso le dio un encanto distinto. Pero Jean es un ser especial. Divertido, profundo, único. Charmant
"Estos noventa años no dejan de sorprenderme cada día" dice sonriendo. Porque un olvido, una confusión se le aparecen así, de improviso.
Le pido permiso para anotar lo que dice. Pero largo la birome porque prefiero mirarlo y escucharlo.
El no puede verme bien, tiene una maculopatía avanzada. Y su audición también le distorsiona la realidad.
Jean tiene mujer: Colette.
Ella también lo ama. Es imposible no
Como corresponde a un triángulo amoroso.
Le confieso mi amor y Colette sonríe. Ella sabe.
Se conocieron hace solo quince años.
"Ella tiene ocho hijos" me explica Jean. Y le pide que lo acompañe a hacer un trámite, porque no está seguro de poder retener las indicaciones administrativas.
Cuando estoy por entrar a casa después del consultorio, me los encuentro caminando por mi vereda. Por casualidad
No me conocieron. "Pour la casquette" me explica Colette, señalándome mi gorra.
Jean dice que estas casualidades tienen mucho que ver con esa manía de darnos por lo espiritual.
Les ofrezco entrar a casa pero no aceptan. Tienen que volver a la suya. Dicen que siempre pasan por mi puerta y que la miran. Que tiene un encanto especial.
Los saludo y veo alejarse caminando. Jean lleva una mochila de  adolescente.



jueves, 22 de mayo de 2014

Alba


Imagínense un esqueleto osteoporósico, cubierto con apenas un poco de carne, sin músculos, al que se le pusieron unas calzas rojas, unos zapatos con taco de color blanco, negro y rojo, una remera de lycra del color dominante: rojo. Y al cuello un pañuelo de seda rojo que termina en un moño hacia adelante.
El pelo, casi tal cual como el de la foto.  Sólo que naciendo casi desde la mitad del cráneo, y los huesos de la unión de la frente y la nariz mucho mas hacia afuera, como la cara de esos perros muy feos que lograron cruzando distintas razas.
Como hace frío en estos días, Alba lleva un abrigo: atigrado. Y corto, tipo campera abuchonada en la cintura. Para poder lucir sus delgados miembros inferiores y sus descarnadas nalgas.
Las uñas rojo fuego. Los labios asalchichados, también.
Alba confiesa, con orgullo, que tiene 90, recién cumplidos. Que oye perfectamente y que sólo viene porque sus hijos la mandan porque dicen que hay que repetirle todo. Ridículo: el problema es que ellos no articulan, hablan para adentro y no se les entiende nada.
Sólo se va a poner audífonos invisibles. Por supuesto, nunca imaginé otra cosa para ella. Es muy coqueta. Y juvenil, le digo.
Sonríe y me confiesa el secreto de su eterna juventud: come sin condimentos  e hizo gimnasia a los veinte y treinta años, nunca fumó y ahora no hace actividad física pero  tiene una masajista diaria.
La meto en la cabina para hacerle la audiometría. Tengo mucho cuidado al ponerle los auriculares porque dudo de la autenticidad de su pelo. No me gustaría arrancarle la peluca al sacárselos. Quiero que siga creyendo que le creo.
El problema es al salir. Tarda mucho en poner sus no músculos en calor y pararse. Sus calzas rojas no alcanzan para darle agilidad. Se toma su tiempo, su empleada la ayuda. Sale. Se sienta dispuesta a que le pruebe.
Cuando le voy a poner el audífono en el oído veo que sus pabellones fueron a parar casi a la mitad del cráneo y están rodeados de numerosas cicatrices.
Lo único que quiere saber es si no se le van a ver. Y repite preguntas que ya le había respondido.
Cuando se va, hay que ayudarla a caminar porque su debilitada arquitectura ósea apenas se puede sostener arriba de sus tacones multicolores

jueves, 24 de abril de 2014

Memé

Memé tiene 95. Casi casi 96, para ser exactos. Es adicta a los conciertos y vino a buscar sus audífonos porque los quiere tener perfectamente limpios y calibrados porque empieza la temporada.

- Memé ¡Estás regia! - le dijo una fono que trabaja conmigo.
- Vos no estás viendo bien, querida. Ponéte anteojos

Los probamos, se los calibramos y le pregunté si había ido a alguno de los conciertos de La Semana del Santo, acá en San Isidro. Dijo que no se había enterado. Tal vez la información aparece en Facebook o la envían por mail.  Y ´nos confesó que este año está un poco desilusionada porque la mayoría de los conciertos son a la noche y que, hasta el año pasado, se iba en tren hasta Retiro y de ahí se tomaba un colectivo hasta el lugar del concierto. Pero que le dijeron que la zona más insegura es la cercana al obelisco y que no se anima a ir en transporte público.

.- Tampoco es cuestión de gastarse toda la jubilación en remises...

Le preguntamos si no tenía alguien con quien ir y dijo que no, que ya no le quedan amigos vivos. Y que a sus nietos no les gusta ese tipo de música. Que prefieren rock.

- Pero mis nietos son divinos. Me llevan a cada lugar más loco. Ayer a la noche me fui a comer con mi nieta a un lugar rarísimo. Como una sigla rara, no me acuerdo bien el nombre. Era como chino pero tipo americano. ¡Qué bien comimos! Y charlamos tanto.

Volvimos al tema de los conciertos y enseguida borró su preocupación por la inseguridad de las salidas nocturnas para aclararnos:

- Por suerte ahora el Mozarteum va a dar una serie de conciertos de día. No me voy a perder ninguno.

jueves, 20 de marzo de 2014

Love story


Ella había ido a ver a su hijo a una competencia de gimnasia del cole. El a su hermanito. Se miraron. Se sonrieron. Se volvieron a encontrar en la salida del colegio. El con esa cara perfecta de eterno niño, pelo rapado. Sonrisa que achina los ojos y hace creer que la felicidad es posible. Ella cansada de luchar sola, lo mira y en sus ojos renace la esperanza. La inunda la fe. Reboza de femineidad. Las hormonas hablan por ellos.  Nunca cruzan una palabra en sus futuros encuentros. Pero se conectan. A ella la enamora su  mirada infantil. A él lo enamora esa mujer.
Un anochecer él la ve camino a su casa cuando ella vuelve de trabajar. La sigue. Ella presiente su presencia. No apura su paso. El se acerca. Ella lo espera. De golpe ella se da vuelta y lo mira. El sonríe. Ella de disuelve. El la abraza. Un beso largo, profundo los convence de que no hay otra posibilidad. De que son ellos.  Ella le dice cosas. El no necesita oírla, su pasión responde y la convence de que es un dios. De que todo vale para tenerlo.
Así comenzó esta historia de amor. Hoy los tuve frente a mí en mi consultorio. El 24 años, sordo profundo, desocupado. Ella 30, dos hijos, padres desconocidos,  empleada doméstica. Sin recursos.
La madre de él no aceptó la relación, no la quiso conocer. El dejó de usar sus audífonos en la adolescencia porque le daba vergüenza. Hoy su madre no se los devuelve,  tampoco su certificado de discapacidad ni su carnet de la obra social. No lo quiere ni ver.
Ella dice que su hermano los va a ayudar. Pagan la consulta. Cuando le hago la audiometría le miro su cara y  entiendo que se haya enamorado de él. Imagino sus amores primitivos, en silencio, donde toda realidad sobra. Donde no se piensa en cómo será esa vida tan dispar, juntos. Porque la pasión todo lo puede.  Y como amé, quiero ayudarlos. ¿De qué manera? ¿Consiguiéndole un trabajo a él? ¿ Dónde? ¿Qué sabrá hacer este crio, tan sordo? Porque su voz es de sordo profundo. Solo lee los labios y no sabe oír. No es que no oiga nada. Pero nadie le enseñó a oír.
Que el hermano se los va a conseguir al costo, que solo les diga cuales necesita. Porque si él oyera podría manejar y tener un empleo. Ella convencida, yo lo veo difícil. Le sugiero que vaya a la Municipalidad y reclame una copia de su certificado de discapacidad y luego a la obra social. Que no importa que sea de la madre, que el ya es adulto, que diga que perdió el carnet y que exija uno nuevo.  Pero todo eso, pienso mientras, les llevará tiempo. Y él necesita trabajar, dejar de ser un niño y ser un hombre.
Busco en mi cajón de audífonos donados. Encuentro uno casi nuevo. Superpotente. Se lo pruebo. Su cara se enciende con una felicidad que me cambió el día. Llevátelo. Es tuyo. Mientras van haciendo los trámites.
- ¿Qué se dice? le pregunta ella.
Quiero que sigan viniendo para pedirle que lo trate como a un hombre. Que lo ayude a crecer
Pero ese ya es otro tema.

martes, 18 de marzo de 2014

Me desbordé

Si, tengo un demonio interior que controlo para poder sobrevivir y vivir de esta especialidad. Pero está ahí, rezagado, esperando salir. Su antídoto es el humor. Lo aniquila totalmente, queda destruido y no puede volver a reactivarse hasta que otro paciente lo provoque. Cuando esto pasa,  mi mente se pone en guardia, imagina cómo lo va a contar en este espacio cibernético, lo ridiculiza, surge la risa y Demonio vuelve a sentirse perdido.
Pero hoy no sé que le pasó a Humor. Habrá estado haciendo alguna manifestación reclamando aumento salarial, habrá ido en socorro de alguna otra al borde de un ataque de nervios, no sé. O no habrá tenido un solo motivo para inspirarme. Porque Susy no es muy graciosa, se la mire por donde se la mire. Y no me dio tiempo a poner en marcha mi mecanismo defensivo. Humor ausente. Salió Demonio.  Con toda su furia contenida durante años.
Porque hace años que esta señora usa su vejez y su sordera para sacar ventajas, para lograr excepciones, para exigir en su prepaga que le paguen más que al resto - aunque tiene medios para afrontar sus gastos- para pretender que la atendamos sin turno, para rogar que le adelantemos la factura de pago y retirar el audífono  cuando la obra social le reintegra. Envuelve, miente, insiste, persigue, llora, hasta que vence por cansancio y terminamos cediendo con tal de que se vaya y no verla más.  Ya hablé de ella en esta entrada:  http://www.orejasperezosas.blogspot.com.ar/2013/10/un-placer-para-cada-edad.html
El último episodio fue cuando la prepaga, ya cansados de sus excepciones a las que no tiene derecho porque ni siquiera se molesta en hacer el trámite para sacar el certificado de discapacidad,  se negó a pagarle la factura que le habíamos adelantado de favor y entonces no pudo retirar el audífono que nos había encargado. No había forma de hacerle entender que ya la habíamos esperado mucho tiempo, que los precios habían aumentado y que lo teníamos que devolver. Tuvimos que ir a su casa a buscar la factura para poder anularla. Ella se sentía muy descompuesta para cruzar a traerla. Vive enfrente.

Hoy, nuestra querida e invencible Susy llamó cinco minutos antes de la hora en que nos vamos para exigir que la atendieramos porque su audífono no andaba. Aclaro, para cualquiera que se sienta sensibilizado por la pobre anciana sorda, que tiene cuatro audífonos que logró que la obra social le comprara. Salvo este último de la factura devuelta, que se negaron a cubrirle. 
Escuchaba a mi secretaria que le explicaba que yo estaba atendiendo y que me tenía que ir enseguida porque tenía un compromiso. Que lo trajera el jueves. Se lo repitió muchas veces. No, no le puedo pasar la llamada porque está atendiendo. Cortaba. Al rato volvía a llamar. Misma explicación, misma insistencia.
De golpe, cuando ya nos estábamos por ir, oímos golpear la puerta. Arriba, en el consultorio. Había cruzado, se había metido en el edificio aprovechando que alguien entraba  - quién va a pensar mal de una viejecita- y se mandó para arriba.

- Susy, yo le dije que la fonoaudióloga no la podía atender…, nos estamos yendo.
- Pero mi audífono no anda. Ella me TIENE  que atender.
- Hoy  no, el jueves tráigalo.

Se sentó y no se movía de ahí.

- Susy, ahora nos tenemos que ir muy rápido, hoy no la podemos atender.
- Me TIENE que atender, yo de acá no me voy.

Fue en ese preciso momento cuando Demonio empujó a Humor, empuñó  el tridente y salió como una llamarada a la sala de espera.

- Susy, ¿cómo se atrevió a meterse en el edificio y llamar al consultorio?
- ¿Qué?
- Que cómo se atrevió ( y repetí más fuerte)
- Vos me TENÉS que atender, es urgente
-  Si es urgente ¿porque no vino más temprano? ¿Con qué derecho viene cinco minutos antes de las cuatro si sabe que nos vamos? Si mi secretaria le explicó.
- Antes atendías hasta las cinco...
- Mire Susy usted es una atrevida y le pido por favor que se retire
- No me voy, yo soy sorda y el audífono no me anda y vos TENÉS LA OBLIGACIÓN de atenderme.
- Ya le explicamos mil veces que hoy no podemos y Ud se mete acá, sin respetar nada,  como siempre.
( no sé si me oyó eso, a pesar de que yo le gritaba desencajadamente)
- Entonces me das la direccion de alguien que atienda la marca en esta zona
- Le doy la dirección de la central, tome, diríjase ahí y no vuelva nunca más.
- Estás muy nerviosa.  No podés ponerte así, sos una profesional.
- Y Ud es una señora mayor que ya tendría que haber aprendido a no ser atrevida y avasallante.
- Por eso, porque soy mayor, necesito que hagan excepciones conmigo, no que me traten como a una más. Esto lo va a saber la obra social.
- Muy bien Susy, ahora se retira.
Abro la puerta y le marco la salida con el brazo extendido.
- Ud tiene un ataque de nervios. Pobres pacientes si los trata así
- Solo Ud tiene el privilegio. ¡Se va!

No se iba.

Grité: ¿SE VAAAAA! y ¡NO LA QUIERO VER NUNCA MÁS!
- Le va a dar un ataque al corazón.

Seguí marcandole la salida, hasta que logré que caminara tres pasos y se pusiera en el marco de la puerta. Casi la empujo.

- Abranme la puerta.

Se refería a la de abajo.

Tuvo que bajar mi secretaria a abrirle.
Espero que no vuelva porque no se si voy a poder frenar a Demonio cuando quiera matarla.

martes, 11 de marzo de 2014

La mente se jubila



Mientras le hacía la audiometría lo vi clarísimo. Le había pedido que mantuviera apretado el botón todo el tiempo que durara el sonido que yo le pasaba. Pero en cuanto terminaba de oírlo, recién lo presionaba. Le volví a explicar. Varias veces.
- ¡Si es lo que estoy haciendo! decía.
Y vuelta a empezar. No logré que se condicionara. Se la tomé con su propia consigna.
Claro, pensé. Eso hace con todo. No quiere escuchar.
Después intentando probarle audífonos corroboré mi hallazgo experimental.
Es cierto que por su hipoacusia no oye. Pero por su jubilación mental es que no escucha. Y seguramente hace tiempo que está haciendo aportes para no escuchar. Es más cómodo encerrarse en conceptos que ya se aprendió de memoria, en sabores que ejercita desde que era joven, en el único idioma que habla, en la única música que escucha, en la única idea política a la que adhirió cuando todavía tenía ganas de pensar y le pareció lógica o lo convencieron, en el recorrido que hace todos los días, para al final meterse en su propia casa de la que no quiere salir.
Así, reduciéndose, apretando fuerte el cerebro para que no entre ni por casualidad una idea nueva, secando la mente hasta transformarla en  un carozo inservible, así, es la forma más rápida de llegar a viejo.
Un buen día jubilan la mente, se aíslan, no oyen ni escuchan
Y otro buen día se van porque decidieron no vivir más.

Mi paciente de la audiometría tiene sólo 75 años.
Y ya es imposible que escuche ni incorpore la más mínima idea nueva

viernes, 7 de marzo de 2014

Hijo agradecido

Estoy en el consultorio trabajando muy concentrada,  sola,  fuera del horario de atención. Suena el teléfono. Atiendo en un rapto de buena voluntad.

_  Hola, mi hijo necesita audífono y quiero saber los precios.
_  Bueno… los precios varían mucho según la tecnología, hay audífonos muy básicos y audífonos    inteligentes… como los teléfonos.. bla bla bla.
_ Mi hijo tiene 35 años y usa desde chico, ahora se le rompió y entramos en la página de ustedes.   Necesitamos un precio. El quiere sacar un préstamo para pagarlo al contado
_ ¿Su hijo tiene certificado de discapacidad?
_ Si
_ ¿Y tiene obra social?
_ Si, pero ya preguntamos y no le cubre
_ Si tiene certificado de discapacidad tiene que cubrirle el cien por ciento, por ley
_ Pero  me dijeron que no
_ Ud venga, le hacemos la prueba, va con la receta médica y el presupuesto y si le dicen que no, que lo hagan por escrito y con eso se va a defensa del consumidor.
_ Si "ma"
_ Llame ahora al otro consultorio, le doy el número, y le pide turno a mi secretaria
_ Si "ma"
_ Después va con todo a la obra social y si se niegan, nosotros le indicamos lo que tiene que hacer
_ Si "ma", muchas gracias "ma"

No se si estaba agradecido o me tomaba el pelo




martes, 18 de febrero de 2014

¿Psicosis?


Una adolescente vino dos veces trayendo el audífono de su abuelo aparentemente imposibilitado de asistir al consultorio. El molde estaba  muy deteriorado, necesitaba hacer uno nuevo. Volvió otro día con una impresión del oído de hace un par de años para que la usaramos para renovarlo porque no podia traerlo para que le tomáramos una nueva. Me enterneció verla cómo se ocupaba de su abuelo.
Cuando se fue, me di cuenta de que yo no había prestado atención al estilo de molde que necesitaba. Entonces esperé un tiempo considerable y llamé a la casa del paciente.
Me atendió su mujer, la abuela de la chica.  Se molestó un poco porque no consultaba con ella mi duda y en cambio preguntaba por la nieta. Tanto insistió que le pedí que buscara el molde y, cuando lo tuviera en la mano, yo le haría  algunas preguntas que me iban a orientar.
Imaginé el auricular del teléfono sobre alguna mesita, y oí su voz alejándose pero siempre muy nítida,  dirigiéndose a su marido:

- ¡VIEJOOOO! ¡LLAMAN DEL AUDIFONO!!!
- ¡QUE LLAMAN DEL AUDIFONOOOOOOOO!!!
- NADA, NADA, EL MOLDE, ¡DAME EL MOLDE!!!
- ¡TE DIJE QUE ME DES EL MOLDE!
- QUE LLAMAN DEL AUDIFONO, NECESITO EL MOLDE ¡LA PUTA MADRE QUE TE REMIL PARIO!!!!

De nuevo oí  pasos  cada vez más cercanos, como chancleteando y la imaginé volviendo hacia el teléfono. Tal vez se acomodó un poco el pelo transpirado por los nervios y, aclarando la voz, me dijo, con una vocesita simpáticamente forzada y simulando una risa provocada por una supuesta gracia que le causaba la situación:

- Ay, está tremendo... ¿podés creer que no me lo quería dar?  ¡Lo tenía debajo de la almohada!! ¡Este viejo!! Acá lo tengo, querida, ¿qué necesitás?

Le expliqué y me dio un par de datos que me permitieron reconocer el molde que usaba. Lo mandé a hacer.

Hoy llamó de nuevo la señora, habló con mi secretaria y le dijo, muy pragmática :

- No hagan el molde para mi marido porque falleció.

martes, 4 de febrero de 2014

Anna


Hace años que la atendemos. Toda una señora,  ronda los 80, buenos modales, de esas que pusieron toda la energía en su coquetería, de las que " se mantienen". Físicamente. Nada de operaciones, eso no. Una señora con muy buen aspecto. Pero no mucha gimnasia mental, nada de ejercitar la lógica de vez en cuando, ni aguzar el ingenio para ponerle el pecho a la vida. Eso lo habrá hecho el marido. Tal vez.
La cosa es que usa audífono hace varios años. Ya le cambiamos dos o tres modelos.  Con el último ya hubo problemas, no lo limpiaba, se le tapaba. Y reclamaba imponiendo su aspecto de señora. Sus hijas apoyándola, mamá no miente, está muy bien de la cabeza, si el audífono no anda es porque falla. Llegamos a cambiárselo aunque tenía casi un año, para dejarla conforme.
Ahora su hipoacusia aumentó y vino hace más de un mes a probarse nuevos. Sola vino.
Encontramos uno más potente que le fue bien. Uno inteligente y cómodo. No cuestionó el precio y dejó una seña de menos del diez por ciento.
A la semana no vino al turno para retirarlo. No avisó. Cuando la llamamos dijo que no había juntado el dinero.
A la otra semana tampoco
A la otra tampoco
Hoy la llamé. Le expliqué que nos estaban reclamando el pago o la devolución. Que no le podían mantener el precio,  que tuviera en cuenta la inflación y además la falta de stock por la restricción a la importación. Que había gente que estaba esperando el mismo audífono y no entraban al país, que lo necesitábamos.

- Pero ese audífono es mío
- Claro Anna, Ud lo señó, pero eso tiene un vencimiento. Va a ser suyo cuando lo pague y lo retire.
- A mi no me van a sacar el audífono. ¡Con qué me quedo?!
- No Anna, nadie le va a sacar el audífono que Ud tiene, yo le estoy hablando del nuevo, el que encargó.
- Si, yo dejé una seña de x y me falta pagar x ( me dio los montos exactos)
- Claro
- Pero no tengo la plata
- Bueno, muy bien, entonces no se preocupe, lo devolvemos y cuando Ud pueda, lo encargamos de nuevo, con el nuevo precio. El molde ya esta hecho, yo se lo reservo y le acreditaremos la seña cuando compre.
- Pero yo no tengo la plata, recién dentro de un mes o dos...
- No le pueden mantener el precio por tanto tiempo y el audífono lo necesita otra persona…
- Ud me está poniendo un revólver en el cuello…!!! Yo voy a llamar a mi hijo que es abogado
- ¿No me quiere dar el teléfono de su hijo así lo llamo y le explico?
- No lo quiero molestar a mi hijo, Ud que se cree CARAJO!!!??
- No Anna, tranquila, a ver si me entiende: mientras ud junta la plata, yo devuelvo el audífono
- Y yo con que me quedo??
- Con el que Ud tiene
- No, ¡Ud no me puede sacar el audífono que es mío!!
- Anna, ¿donde esta su audífono?
- Lo tengo puesto
- Bueno, muy bien, ese nadie se lo va a sacar, yo le hablo del que yo tengo acá que lo estoy viendo. ¿Ud lo esta viendo?
- ¡No me tome el pelo! ¿como voy a estar viendo lo que Ud esta viendo?
- Por eso Anna, el que voy a devolver es el que Ud no esta viendo
- Ah bueno
- ¿Estamos de acuerdo entonces? yo hoy devuelvo este y cuando Ud decida nos vuelve a llamar. Aca esta su molde. Lo único que no le vamos a poder mantener es el precio
- Claro, me pone un revolver en el cuello