viernes, 31 de marzo de 2017

Eleonora


El lunes cumple un siglo de lidiar con la vida. Pasó por guerras,  por todas las formas de gobierno, amores, hijos, desgracias,  felicidad, intrépidas locuras, y una otoesclerosis que fue progresando, embarazo a embarazo,  hasta una sordera profunda con la que convive sin problemas desde hace más de cuarenta años.
Me divertía verlos cuando venía con el marido, un gentleman de traje, o saco blanco y moñito sin necesitar ocasión.
Él el galán, ella la voz cantante de la pareja.
Un día quedó sola y soportó la viudez con sabiduría, como un accidente más de la vida.
Hoy la trajo su hija, empujando su silla de ruedas. La vi más flaca y un poco ausente.
La nostalgia que me produjo se disipó en cuanto me acerqué a hablar con ella.
Eligió el tema de los hijos:

- Los hijos te sacan todo, querida: la figura, la juventud, el coraje, nunca más volvés a ser la que eras. Hasta la audición te sacan. Empezás a pensar en ellos y nunca más estás primero. Nunca más sos irresponsable, nunca más te subís a un avión sin miedo. No vaya a ser que los dejes solos. ¿Quién se va a ocupar de ellos como vos? Nunca más dormís tranquila.  Te chupan la vida, querida, hay que decirlo. Y encima, ¿ te crees que te lo agradecen? Todo lo contrario. Te echan la culpa de todo lo que les pasa.

- Ay mamá, ¡no seas así!

- Dejála, me hace reír. A  mí  mis hijas también me echan la culpa de todo.

Decidió cambiar de tema:

- Lo peor son esos que te dicen piropos por la calle. Yo no les doy bolilla. A veces me dan ganas de contestarles, pero no, ni los miro. Son tremendos, no se dan cuenta de que ya no soy una chiquilina.

- Te dicen piropos Eleo, en serio?

- Me vuelven loca. ¿Y los músicos?

- Si - dice la hija, entusiasmada- van músicos al instituto donde vive. Les encanta.

- ¿Te gusta la música, Eleo?

- Siempre me gustó. Y bailo sin parar. Por eso todos los músicos se enamoran de mí.  Pero yo no quiero saber nada de novios. Bailo, me invitan, pero nada más. Los novios se terminaron para mí.