martes, 11 de marzo de 2014

La mente se jubila



Mientras le hacía la audiometría lo vi clarísimo. Le había pedido que mantuviera apretado el botón todo el tiempo que durara el sonido que yo le pasaba. Pero en cuanto terminaba de oírlo, recién lo presionaba. Le volví a explicar. Varias veces.
- ¡Si es lo que estoy haciendo! decía.
Y vuelta a empezar. No logré que se condicionara. Se la tomé con su propia consigna.
Claro, pensé. Eso hace con todo. No quiere escuchar.
Después intentando probarle audífonos corroboré mi hallazgo experimental.
Es cierto que por su hipoacusia no oye. Pero por su jubilación mental es que no escucha. Y seguramente hace tiempo que está haciendo aportes para no escuchar. Es más cómodo encerrarse en conceptos que ya se aprendió de memoria, en sabores que ejercita desde que era joven, en el único idioma que habla, en la única música que escucha, en la única idea política a la que adhirió cuando todavía tenía ganas de pensar y le pareció lógica o lo convencieron, en el recorrido que hace todos los días, para al final meterse en su propia casa de la que no quiere salir.
Así, reduciéndose, apretando fuerte el cerebro para que no entre ni por casualidad una idea nueva, secando la mente hasta transformarla en  un carozo inservible, así, es la forma más rápida de llegar a viejo.
Un buen día jubilan la mente, se aíslan, no oyen ni escuchan
Y otro buen día se van porque decidieron no vivir más.

Mi paciente de la audiometría tiene sólo 75 años.
Y ya es imposible que escuche ni incorpore la más mínima idea nueva

2 comentarios:

María dijo...

Que buena tu descripción de la vejez. Beso

Anónimo dijo...

Que triste es entregarse a la vejez! No quiero que me gane la batalla. Voy a seguir escuchando y abriendo mi cabeza hasta que Dios disponga que ya no tengo que estar màs en este lugar.
Yo