martes, 1 de octubre de 2013

Había una vez un psicoanalista

Muy freudiano, muy circunspecto. Muy más allá de cualquier nimiedad. Intimidaba un poco con su misteriosa sabiduría. Daba cosa irle por ejemplo con un conflicto amoroso banal. Nunca cambiaba de expresión.
Y escribía
Todo el tiempo escribía
No importaba lo que uno le dijera. Escuchaba. O parecía.
Y escribía

- Hola
- Hola
- ¿Como estás hoy Mario?
- Mal
- ¿Y cómo es eso?
- Estoy mal, no puedo más, me odio, no sirvo para nada, soy la última basura del universo
------------ anota
- Mi novia me dejó. Y tiene razón, no sirvo para nada
--------------anota
- Pero en realidad hasta hace un rato estaba mal pero ahora estoy mejor
------------anota
- Ud se preguntará por qué estoy mejor. Bueno, ya que me lo pregunta se lo voy a decir...
------------anota
- Antes de venir para acá, me compré un revolver. Le robé la licencia al novio de mi hermana que es policía. Y me siento bien porque ya tengo la llave para la libertad
-----------anota
- Haber tomado la decisión ya es estar en otra parte. No se cómo me escucho yo mismo lo que le estoy hablando, si ya no estoy. No se si me entiende.
---------------anota
- A veces me da la impresión de que no me oye
---------------anota
- Doctor, perdóneme, yo ya no estoy acá, pero eso que tiene en las orejas... ¿Ud usa aros?¿Colgantes?
--------------anota
- Perdón doctor, pero oigo un silbido, eso que le cuelga...¿no será que se puso mal los audífonos?

- Disculpe Mario, pero es la hora.


No hay comentarios: