sábado, 3 de octubre de 2015

Mellizos



Hubo que sacarlos mucho antes de su paraíso acuático y climatizado donde  estaban hace meses. El médico dijo que si no, no sobrevivirían. Que había problemas. En un mundo donde no hay comparaciones, todo es normal, sólo late el corazón, mamá protege y ni siquiera hay que esforzarse para respirar o comer.
Pero se acabó, los dos afuera, y a tratar de vivir a costa de cualquier cosa.
Gonzalo pagó el precio más alto, aunque su parálisis cerebral lo protegió de ser consciente de su diferencia.
Rodrigo "la sacó barata", o "desgracia con suerte",  como repite la gente sin saber lo que dice. Su sistema nervioso intacto, sólo sus oídos se afectaron. Apenas oía dos frecuencias graves a muy altas intensidades.
Fueron creciendo y para Rodrigo, ver a su hermano, su mellizo, su igual, era como mirarse en un espejo defectuoso. No lo podía resistir y su culpa lo llevó a condenarse a la sordera absoluta. Ya que le había tocado la supuesta mejor parte, la iba a empeorar lo que más pudiera para balancear su suerte con la de Gonzalo. Nunca aceptó los audífonos que lo habrían ayudado a aprender a hablar y comunicarse con los demás, a oír la voz de sus padres, algo de música, gozar plenamente de la vida. Se negó a la escolaridad, se las ingenió para que lo echaran de todas las instituciones, a los tumbos terminó de adulto la escuela primaria en una Escuela de señas, con gran esfuerzo de sus padres.
Nunca se pudo adaptar a esta sociedad sin su otra parte.  No así, no distintos.
Habría hecho cualquier cosa por seguir iguales, iguales a Gonzalo, inconscientes en una anormalidad que no los apartara.

Hoy lo trajeron para intentar ponerle un audífono. Le probé varios, me sorprendí de que oyera hasta las frecuencias agudas, incluso repitió un par de palabras.
Pero no quiere usarlo. Prefiere seguir así.
No  quise insistirle.

No hay comentarios: